miércoles, 6 de enero de 2010

Crónica de una cena de fin de año.

No había querido hacer el balance anual y poco por miedo a darme cuenta que este año a pesar de todas las cosas buenas que trajo, había quedado en números rojos, y es algo que determinaré al terminar de escribir este artículo.
Así pues el 31 de diciembre Piegra y yo nos dispusimos a preparar la cena ya que recibiríamos a varios amigos en casa y pues algo habría que darles de comer y aunque realmente soy fanático del pavo servido con puré de papa y gravy, lo más sencillo era una maravillosa lasagna y una ensalada. En un principio yo había decidido preparar ambas cosas, pero con forme fue pasando el día el estrés llegó a niveles insospechados y sospechositas (bueno lo último no): Después de despertar y ver a mi lado al dulce principito, me levanté, un poco tarde, salté en la regadera y vámonos a trabajar. Siendo el último día del año nos dejaron salir a las doce del día, lo cual fue maravilloso ya que no habíamos comprado nada de lo que necesitábamos para la noche. Justo le marqué a Piegra cuando salía de la oficina para que estuviera listo y nada. Llegué a la casa y todavía estaba por meterse a la regadera. En ese momento el estrés aumentó tres rayitas y apenas comenzaba la aventura.

Me encanta comprar ahí, todo tiene un orden lógico. No es ni grande ni pequeño y no es necesariamente más caro en todo (Aunque nada mejor que City Market). Pensamos que estaría más lleno pero afortunadamente no era así. Ágilmente recorrimos el área de verduras, jitomate, romero, zanahorias, un par de ramitas de apio… a lo que sigue. Manzanas, peras, lechugas de cuatro tipos, arándanos, todo para una super ensalada de invierno. Carne molida de ternera y res.  Sólo faltaba la pasta… Spaghetti, raviolli, farfalle, fusilli, muy bien -¿y la lasgna?-. Busqué una vez, dos veces, arriba, abajo. ¡No era posible! No había lasagna. Corrí donde estaba Piegra para darle la no mala, si no, terrible noticia. Seis rayitas más al estresómetro. Como se me había ocurrido irnos caminando para evitar el tráfico, utilizar el coche y contaminar tuvimos que dejar todo lo que ya llevábamos y regresar a la casa por el auto.
 La única opción que teníamos: Walmart (se escucha música tenebrosa de órgano).
No hay nada más aterrador que ir a Walmart en vísperas de alguna celebración nacional, ya sea 15 de septiembre, navidad, reyes o cualquier otra. Nos organizamos y nos repartimos las cosas por comprar, creo que de esa manera al menos no tardamos tanto. Hay algo que nunca me ha quedado claro: ¿Por qué la gente se forma donde ve fila sin importar que haya otra caja abierta y vacía? Y así fue, justo la primera caja con una cola que travesaba el departamento de lencería… la caja de al lado vacía, dos personas antes que nosotros. El estresómetro seguía subiendo ya eran las dos de la tarde y no había nada listo.

La casa era una zona de guerra y en verdad no había por donde comenzar a limpiar. Piegra intentaba calmarme una y otra vez pero no lograba mucho. Así poco a poco logramos tener lista la cena y todo lo demás.

La noche transcurrió de manera extraña, no puedo decir que la pasé mal (o más bien no quiero aceptarlo) pero tampoco fue lo que esperaba. Los amigos de Piegra: la Monch, su novio y su hija nomás no se integraron con mis amigos y mis amigos tampoco con ellos. Por lo mismo Piegra estaba incomodo y bueno yo estaba 16 veces más. Entraba a la cocina verificando que la pasta estuviera en el horno y que todo lo demás estuviera a la altura de cualquiera de mis reuniones. Cenamos, bebimos, corrió la champaña, brindamos, comimos las uvas, nos dimos el abrazo pero me quedé con el mal sabor de boca de saber que no estábamos disfrutando la noche como hubiéramos querido. 


Supuestamente yo no iría al Karma si no hasta el after, era tanto el enojo de mi marido por el “desastre” de la cena que me dijo que me fuera con mis amigos quienes se habían adelantado. Probablemente el próximo año cambiemos la fórmula y nos vayamos de viaje (que sea a Nueva York por piedad). Hoy todavía de alguna manera siento que arruiné lo debió ser algo especial. Como un suofflé que al sacarlo del hornos se desinfla.

Antes de terminar quiero hacer mi lista de cosas buenas y cosas malas que tuvo el año 2009.

Cosas malas:

-Me alejé de muchos de mis amigos (y no sé si pueda recuperarlos).
-Perdí un empleo.
-No logré cubrir el saldo de mis tarjetas.
-No he podido ver a mi sobrina ni visitar a mi hermano.
-El tiempo que estuve sin trabajar hubo conflictos con Piegra.

Cosas buenas:
-Me mudé a vivir con el amor de mi vida.
-Firmé mi sociedad de convivencia y me fui a Las Vegas de luna de miel.
-Dejé un trabajo que me estaba afectado físicamente.
-Me mantuve en el gym y aunque los resultados no son todavía los que quiero, honestamente estoy muy bien.
-Hice un grupo de amigos maravilloso (detesto esa palabra, es tan cursi) The Pink Boyz: Jacinto, Matanás, Mr. Join, Jon jon. Y por otra parte Lucho y Taso.
-Mi relación con Piegra sigue siendo madura, respetuosa, divertida e incitante.
-Terminé el año con trabajo nuevo.
-Recibí dos propuestas para escribir: una en una revista y la otra en una página web (ya ves como no soy tan malo Piegra).
-Bajé finalmente los 4 kilos que no había logrado bajar en 5 años.
-Me puse más guapo (y bueno).

Hasta aquí la parte de la cena.

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