lunes, 25 de febrero de 2013

Cincuenta Sombras de Mostro

sadismo.
(De D. A. François, marqués de Sade, 1740-1814, escritor francés).
1. m. Perversión sexual de quien provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona.
2. m. Crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta.

masoquismo.
(De L. von Sacher-Masoch, 1836-1895, novelista austriaco).
1. m. Perversión sexual de quien goza con verse humillado o maltratado por otra persona.
2. m. Cualquier otra complacencia en sentirse maltratado o humillado.

Es difícil tratar de poner en orden mis ideas después de la experiencia que viví hace unos días y por las definiciones que puse creo que les he dado una pista muy clara de lo que tratará esta historia. Es probable que más de una ceja se levante y algunos de ustedes, los que me conocen en persona, no me vean después de leer esto, de la misma manera.

Tenía meses que había algo que estaba dando vueltas en mi cabeza y buscaba respuestas en Internet sin conseguir resultados satisfactorios. Sin entender exactamente de qué se trataba tenía una palabra clavada en mi mente: Bondage.

El bondage, según Wikipedia, es la práctica de atar a una persona con fines sexuales, estéticos o placenteros.

No es algo que uno encuentre casualmente en su Facebook, pero digamos que en mi caso así fue. Ni si quiera recuerdo como salió el tema pero Kris me dijo que el practicaba el BDSM y no pude más que preguntar y preguntar, poco a poco la conversación se transformó en fantasía y terminó diciéndome lo que podría hacerme a mi. Y me gustó lo que vi en mi mente. Me di cuenta lo serio que Kris tomaba el asunto lo cual me dio confianza.

No pensé que tendría lo que sea que se necesite para llevarlo a cabo pero Kris y yo hicimos una cita. Estaba dispuesto a enseñarme, pero sólo hay una manera de aprender.

Alto, moreno y de cara recia, me encontró cerca de su casa, honestamente yo iba nervioso, ansioso y se me notaba. Kris no dejaba de preguntarme cómo me sentía, qué sentía, que yo fuera completamente nuevo en esto de alguna forma lo alimentaba y lo seducía. Trataba de calmarme con su voz grave y profunda y ponía sus manos, grandes, en mis hombros mientras caminábamos.

Kris tenía hambre y nos detuvimos a comprar unas pizzas para después ya que me daría mucha hambre, pidió al dependiente que las llevaran, no las esperaríamos. 

Estaba sorprendido de la dulzura con la que me hablaba, yo hubiera esperado más rudeza, pero afortunadamente no fue así. Seguimos caminando y hablábamos, o más bien, yo le preguntaba casi como entrevista todo lo que venía a mi mente. Me habló de como se inició, de los amos que había tenido, de su bisexualidad, de lo serio que toma todo este asunto y de los años que lleva practicando y aprendiendo.

Llegamos al edificio y Kris avisó al portero que en unos minutos llevarían unas pizzas, habíamos olvidado comprar sodas así que salimos nuevamente no sin antes preguntar al cuidador si quería algo a lo que respondió que una Coca estaba bien.

Mis nervios ya no eran nervios, era expectativa.

Regresamos al edificio y ya en el elevador por segunda vez notamos que no le habíamos entregado el refresco al portero así que una vez más salimos. Era obvio que los dos teníamos una cosa en la mente y no era la Coca-Cola del muchacho.

Finalmente entramos al departamento, no había columpios ni cadenas, un pequeño comedor rústico en el centro de lo que debería ocupar la sala ausente. Me llevó a su recámara donde un colchón king size sin base estaba en el piso. Supuse que eso tendría algún fin práctico, aunque tal vez sólo fuera que no la ha comprado. Nada de sábanas negras ni cuadros satánicos colgados, no había látigos ni esposas a la vista. De hecho es una recámara muy... seré honesto: Normal.

Llegó la pizza y había que recibirla.
-Sólo estaba esperando que llegara y ahora sí, ninguna interrupción más -Me dijo con su tono tranquilo mientras cerraba la puerta de la recámara.

Todavía podía echarme para atrás, no quería y no lo hice.

-¿Tienes alguna pregunta? -Tenía miles y no encontraba la manera de hacerlas.
-¿Qué pasa si algo no me gusta? -Ya habíamos hablado de lo que me iba a hacer, pero le había pedido también que me sorprendiera. Y lo hizo.
-Tenemos que poner algunas reglas. Primero hay que poner una palabra clave para detener todo. Siempre estaré preguntando si estás bien, si es así me dices "verde", "amarillo" si estás llegando a tu límite y "rojo" si ya es tu límite.
-De acuerdo.

Abrió su closet y de un cajón sacó una cuerda gruesa y un collar de piel. Colocó un banco frente a la puerta del baño el cual tenía un gran espejo reflejando el marco de la puerta. Apagó la luz del cuarto dejando sólo encendida la luz del baño. Se sentó y me acercó hacia el. Me desabotonó la camisa mientras estudiaba mi piel; se puso de pie y se colocó detrás de mi volteándome hacia el espejo para que pudiera mirarme. Mirándome a los ojos me puso el collar. Dejó que me observara y así lo hice. Sonreí.

Tomó la cuerda e hizo un complejo nudo en mi muñeca izquierda, luego la derecha y pasó la punta de la cuerda por el arito del collar donde supuse va una correa.
-¿Las manos bien?
-Sí -Respondí entrecortado mientras la adrenalina comenzaba a hacer efecto.

Tiró de la cuerda y mis manos subieron por mi espalda mientras mi cabeza inevitablemente se echo hacia atrás.

Me quitó los pantalones despacio, con cariño. El no se quitó la ropa. 

-Ve a la cama, boca abajo -Dijo tranquilo pero con voz de mando.
Así lo hice.

A buena hora se me había ocurrido llevar botines, la expectativa se acumulaba y el tiempo que tardó en quitarme los zapatos pareció eterno. Se dirigió nuevamente al cajón del closet, traté de ver qué sacaría pero me ordenó no hacerlo. Boca abajo y atado de las manos estaba empezando a entender de qué se trataba esto.

Se sentó sobre mis piernas y no hizo nada, sabía que me estaba observando, me examinaba y fue entonces cuando vino la primera nalgada. Gentil, probando la resistencia de mis glúteos, luego vinieron más, cada una más fuerte que la anterior, pero acompañadas de caricias y besos.

-¿Cómo vas, verde todavía?
-Sí -Contesté mientras jaló de la cuerda para arquearme y acercar mi nuca a su boca.
-Bueno -Dijo mientras agitaba algo que después supe se llamaba Flogger sobre mi espalda y nalgas-. Ya me dio calor -Se quitó la playera.

Me acarició con eso que no podía yo ver que era, el misterio me agitaba, me acariciaba con lo que parecían tiras de piel.
-Respira profundo. 
Y entonces vino el golpe. Directo y fuerte, certero, pero no fue violento. 
-Otra vez.

Vino el segundo en la espalda a la altura de los hombros. El tercero. El cuarto. Dejé de contar. Volvió a agitar el mango del flogger para que las tiras hicieran ruido, un ruido que me ponía ansioso, quería más.

-Dame un número del 20 al 30 -Puso fuertemente su antebrazo sobre mi espalda empujándome hacia el colchón. Decir treinta sería pretender quedar bien así que dije veinte tres sabiendo lo que vendría después.
-Uno -Dije en voz alta después del primer golpe-. Dos, tres, cuatro, cinco, seis -Seguí contando mientras golpeaba cada vez más rápido y fuerte-. Veintidós.
-¿Estás seguro? -Preguntó mientras jalaba la cuerda-. ¿Quieres empezar de nuevo?
-Estoy seguro -Estaba convencido-. Veintitrés.
Siguió golpeando.
-Esos fueron para mi.

Me desató las manos.

-¿Sigues bien?
-Sí -Dije sorprendido de haber llegado hasta ahí.
-Párate y ponte en la puerta del baño, estira los brazos y agarra el marco de la puerta.

Podía verme, desnudo frente al espejo. No podía creerlo todavía. Sólo podía ver su rostro cuando se acercaba a mi por detrás para suspirar en mi oído.Mi cuerpo tenso mostraba mis músculos, me gustó lo que vi. 
-Agacha la cabeza pero quiero que te sigas viendo.
Pensé que los varios años en el gimnasio estaban dando fruto. Mi introspección fue interrumpida por otro golpe del flogger, una nalgada más, luego otra, una caricia, un beso en el cuello. Tomó mis pezones duros como piedras mientras golpeaba una y otra vez. Kris no decía nada, sólo suspiraba. No logro recordar si tenía una erección o no, pero lo estaba disfrutando.
-Mírame a los ojos cuando te pegue -Me ordenó y lo hice.

Siguió.

-Ve a la cama, ahora boca arriba.

Lo hice, trataba de no hablar pero inevitablemente comentaba algo sobre lo sorprendido que estaba.

Con cuidado sin dejar de admirarlo, sin dejar de ver sus ojos, su expresión serena y tranquila pero llena de excitación. También lo estaba disfrutando.

Se hincó y flexionó mis piernas, las separó y tomó nuevamente la cuerda. Ahora sí tendría oportunidad de ver cómo lo hacía. Tomó mi muñeca izquierda y comenzó a hacer una intrincada serie de nudos en cadenas, tres en total que quedaron como una especie de brazalete. Me excitaba ver el detalle con el que iba tejiendo y como se conectaba cada cruze de la cuerda. De la muñeca se fue al tobillo izquierdo. Con otra cuerda ató el lado derecho y después al cuello. Yo me mantenía mudo y sólo respondía con un "sí" cuando me preguntaba si estaba todo bien.

Se levantó una vez más y admiró su obra. Volvió al closet y sacó una vela roja. La encendió y me miró a los ojos.

Dejó caer una gota de cera sobre mi pecho, luego un par más cerca de los pezones. Quemaba al tocar la piel pero inmediatamente se enfriaba y se endurecía. Me retorcía un poco, intentaba tocarlo y no me dejaba. No me lo había ganado.
-Deja de moverte -Me quedé quieto, sólo lo miraba a los ojos. Había cariño ahí, no violencia, había deseo.

La cera continuó cayendo en mi torso y tu ve una erección. Mi cuerpo estaba respondiendo mientras mi mente seguía, todavía luchando por tratar de hacer sentido de lo que estaba pasando. Por momentos lograba rendirme, entregarme por más ñoño y trillado que suene al placer. Por qué aunque yo no estuviera consiente de ello mi cuerpo cada vez más reaccionaba y la erección era cada vez más fuerte.

Estaba llegando a mi límite y Kris lo podía ver.

Se apagaron las velas y pensé que había sido yo al jadear.
-Fui yo. Ya fue suficiente -Jaló de una de las puntas de la cuerda deshaciendo todo el tejido de nudos. Me quitó el collar y me abrazó.

En ningún momento hubo violencia, no hubo insultos ni humillaciones, sólo hubo acuerdos y experimentación, auto conocimiento y placer.

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