lunes, 17 de junio de 2013

El Vecino Oportuno

Fue hace unos meses cuando por medio de una de esas redes de putería que me contactó un vecino que aparecía extremadamente cerca: 248 m decía el indicador de distancia. No se miraba su rostro, aparece de espaldas mostrando su lampiña y musculosa espalda en perfecta V, sus voluminosos triceps ligeramente marcados por el esfuerzo casual de recargar las manos en los bolsillos de unos jeans llenados a la perfección por sus muslos y su trasero arremangados a las rodillas, la cabez rapada ligermanete mirando al piso y eso era todo, o suficiete para llamar mi atención.
Siempre me ha costado mucho trabajo hablarle a hombres que se ven así, porque seamos realistas casi siempre son esos perfiles en las aplicaciones móviles de ligue que nunca responden. ¿Qué buscan esos dioses del sexo en estos cuartos inexistentes donde el anonimato prevalece? Miraba y miraba su única foto y honestamente lo hice durante varios días hasta que una noche en una borrachera casera con Mingo me animé a mandarle un mensaje.
“¡Wow con tu espalda!”
No esperé respuesta, pero pasaron dos días y la hubo. Un “hola cómo estás” y la ritual letanía las preguntas impersonales que evidentemente traté de hacer no monótona para mantener su atención. Mi estrategia era simple, ser amable y no mostrarme idiotizado por su físico como seguramente todos lo hacen una y otra vez. Continuamos la charla sin materia durante un par de días, intercambiamos algunas fotos, los mensajes subieron de tono una vez que nos mostramos desnudos y finalmente me dijo que deberíamos vernos. Al parecer mi plan había funcionado y me emocioné.
Es rubio y tengo un problema con los rubios entre más güeros sean, mejor. La textura de su piel es distinta, su olor, el sabor sus besos que son una mezcla entre leche y algodón de azúcar.
Pasaron dos semanas y fijamos un día y una hora para vernos, convenientemente elegimos la hora de la comida, por lo que tendríamos un par de horas para hacernos todo aquello que nos habíamos prometido.
Finalmente llegó el día y la hora. Quedamos de vernos justo en la esquina de mi casa a las dos de la tarde. Me había mandado mensaje de que ya estaba en camino. Me senté en una jardinera debajo de un árbol para guardarme del calor que estaba insoportable. Esperé unos minutos y nada. Dieron las dos y diez y no había llegado. Comencé a sospechar que tal vez el vecino de la foto no llegaría.
Seguí sentado, esperando, recorriendo el time line en Twitter pendejeando mientras deseaba recibir alguna noticia. Fue cuando noté que alguien que yo había visto, un vecino que oportunamente estaba parado a unos metros de mí. Un rubio muy musculoso a quien llamaré “O” con quien yo me había coqueteado en el gimnasio al que iba antes y que casualmente también es vecino nuestro. Me reconoció y sólo levantó una ceja a manera de saludo, dio la vuelta en la esquina y se perdió. Volví mi atención al teléfono para ver si tenía mensaje del Dios menonita que estaba esperando, pero nada.
Volví a mirar hacia la marabunta de gente que pasaba, los coches, de nuevo al celular buscando algún mensaje y apareció O una vez más que volvía a pasar, pero esta vez del otro lado de la calle y me miró fijamente, sonriendo, pero sin detenerse. De nuevo al celular y nada. Ni un maldito mensaje. Seguro me iban a dejar plantado.
Evidentemente me llamó la atención verlo nuevamente, pero mis pensamientos regresaron a mi fallida cita cuando por detrás de mí O llegó y se detuvo descaradamente a mi lado. Sin ponerme de pié y ahora sin voltear a verme me habló.
-Hola ¿qué haces?– preguntó.
-Espero a un amigo.
-¿Ah sí? ¿A un amigo o un ligue?– sonrió.
-Un amigo.–mentí, mientras miré una vez más el teléfono ahora para ver un mensaje.
“Ya estoy a unas  cuadras, perdón voy tarde”
-¿Y por qué no le marcas a tu amigo?– dijo mientras subía la pierna a la jardinera en la que estaba yo sentado mostrando su paquete debajo de sus licras azul rey que le cubrían hasta la mitad del muslo mostrando músculos. -Anda, márcale igual no va a venir.-
-Ya me mandó mensaje… viene en camino.- dije inevitablemente ansioso.
¿Será que en realidad era él al que estaba esperando y por alguna razón me jugaba una broma estúpida en la que me tenía claramente acorralado?
-Pues te haré compañía mientras él llega.– dijo casi riéndose a carcajadas. -Y bueno, ¿a qué te dedicas?
-Me hago cargo de una sex shop en Internet.– honestamente estaba nervioso, incómodo, hipnotizado por su palidez y su cabello y cejas amarillas, sus ojos azules y la erección que tenía y que mostraba un evidente Príncipe Alberto.
-¡Uy! Seguro tienes una colección enorme de juguetes.
-No en realidad no, lo que sí tengo son muchos lubricantes. –putamdre, por qué demonios le dije eso.
Volvió a reir y pude notar que cualquiera que hubiese sido el juego que estábamos jugando yo estaba punto de perderlo.
-Pues si mejor me hubieras enseñado tu colección de lubricantes en lugar de estar aquí esperando a “tu amigo” ya hasta hubiéramos cogido. ¿No crees?
Y yo que pensaba que era un golfo. Me dieron una lección de cómo ser un golfo de verdad. Quedé mudo por un momento, me puse rojo de la pena y de algún lado encontré la entereza para responderle que fuéramos a mi casa.
Al terminar miré el teléfono y tenía un mensaje de mi vecino:
“Disculpa, choqué y a penas me voy desocupando.”

Todavía hoy no sé si O es la misma persona que estaba esperando o en realidad hay un vecino a 282 m de distancia que ya no responde mis mensajes. 

5 comentarios:

  1. No pudo haber sido la misma persona, por que hubieras visto a "O" enviandote el mensaje de que había chocado. No crees?

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  2. creo que posiblemente el fuera que te envió el ultimo mensaje antes de llegar contigo

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  3. Qué blog tan pendejo... y aparte lo visitan 2 gentes.

    date un tiro.

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  4. Y ya nunca volviste a escribir? Extraño leerte, aunque ahora ya me lo paso genial viendote en el gym. ;)

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